viernes, 14 de junio de 2024

La interpretación del hombre

                                         


Primera conferencia del primer curso (1990-91) de la Fundación de Estudios Sociológicos (Fundes). El título del curso es "Fin de Siglo". En las imágenes del encabezamiento aparece el folleto del mismo. Por su interés, reproduzco los apuntes de un asistente a esa disertación:

La interpretación del hombre

En estos años últimos ha habido cambios inesperados, que hacen el desenlace del siglo XX  diferente del que se pensaba. No hay seguridad de que las cosas vayan a ir bien. Lo único que se puede hacer es analizar las condiciones de la realidad para imaginar lo que podría ser según se cumplan unas situaciones u otras.



En España Julián Marías indicó en su momento lo que podría pasar si se hacían una serie de cosas necesarias. El resultado ha sido mejor de lo que se podía temer, pero peor de lo que se podía esperar. En el mundo también hay que hacer una serie de cosas para vaya a mejor y analizar posteriormente su desarrollo en el tiempo.

La interpretación del hombre es el punto de partida para cualquier posible futuro. Con posterioridad surgirá una idea del hombre, que es con la que hay que trabajar. La pregunta en el sentido adecuado nos indica ya la solución del problema. Esto es uno de los grandes logros del pensamiento de hoy. Hay que plantear bien los problemas para que éstos tengan solución.

El hombre es una realidad pluridimensional, que no tiene una interpretación ahora vigente. Esto condiciona mucho la idea adecuada a su realidad. Cosa que sí existía cuando Julián Marías empezó a estudiar esta cuestión. Lo único que hay son posibilidades de interpretación abiertas.

Hace pocos años el materialismo tenía una cierta vigencia social, con consecuencias muy graves, incluso para los que luchan contra el. El error de dar a lo económico la mayor importancia es una rémora que se viene arrastrando desde entonces.

Hoy está tomando el relevo la interpretación biológica del hombre, que lo considera como un organismo, no solo material, sino orgánico. Esto es debido a los avances de las ciencias propiamente biológicas. Con resultados valiosos, que no hay que perder, pero no se pueden reducir a ellos. Pues a nadie se le debe dar la razón que no tiene ni negarle la que tiene.

Otro error es la mentalidad absoluta, de decir que una cosa es eso y no otra cosa, que A es B y nada más. Pero ninguna interpretación agota la realidad. Una  interpretación cualquiera de ella no agota la realidad y si se acepta eso se produce una falsedad de gran calado.

El siglo XX es el que más se ha acercado a la interpretación adecuada de la persona, de la vida humana. La situación es pues doble: tendencia al absolutismo de las ciencias particulares y filosofía de gran calado adecuada a éstos problemas.

El rechazo a la interpretación marxista ha consistido primariamente un descubrimiento intelectual: el negocio de cambiar la libertad por la seguridad económica, es el gran error que ha sido descubierto.

Por debajo de las voluntades hay un factor intelectual que hace vivir con veracidad en cada época o en falsedad. Esto se ha descubierto en los últimos meses de manera palmaria cuando ha caído el muro y el mundo marxista ha mostrado su mendacidad. Es lo que Feijoo señalaba como los "errores arraigados". Todos los errores humanos dejan al hombre fuera en la interpretación de la realidad.

Las disciplinas intelectuales: filosofía, física... suelen confundir una cosa que no confunde ningún idioma: el qué con el quién. La persona con la cosa. Cuando se atiende a lo que el hombre tiene de cosa, se produce un reduccionismo, que ya comenzó a extenderse a partir del siglo XVIII. Consiste este reduccionismo en considerar lo inferior del hombre como lo verdadero de él. La equiparación del hombre con el animal. Considerando los reflejos como prototipo de la conducta humana.

La filosofía ha descubierto en el siglo XX la vida humana, concepto apenas mencionado hasta fines del siglo XIX, aunque solo como expresión, no como concepto. La vida humana es irreductible a toda cosa, es una realidad proyectiva, dramática, hecha de posibilidades, imaginativa. Con un futuro que forma parte de ella, tanto como el presente o el pasado. La vida humana consiste en decidir lo que hay que hacer, de manera justificada. Hay que razonar lo que se va a hacer, que es la forma primaria de razón: la razón vital.

Yo ni soy mi cuerpo ni tengo cuerpo, sino que soy corpóreo, soy mundano, vivo corporalmente. Es necesario vivir desde mi condición corpórea, y por tanto el mundo es corpóreo: existe en relación  con mi condición corpórea. 

A la vida humana le pertenece el sentido, lo tiene o está privado de él. El concepto del absurdo apareció hace tiempo, sobre todo por Camus, admirado por Marías, aunque no estaba de acuerdo con él en este caso. Cuando le dieron el premio Nobel le escribió una carta en la que la decía que no estaba de acuerdo con él, pero sí estaba en concordia con él. El absurdo está en el ámbito del sentido, lo mismo que la falsedad está referida a lo verdadero. 

La vida humana está hecha de pretensión, justificando lo que se hace, pues no queda más remedio que razonar para vivir. Frente a la multiplicidad de trayectorias no me queda más remedio que razonar.

La traducción del ente como consistencia es un descubrimiento radical de la filosofía griega, pero hay cosas que no tienen consistencia, como la llama. La máxima expresión de la falta de consistencia es realidad humana, pues es una realidad que nunca está acabada, además no es una cosa, sino un quién lleno de posibilidades.

Uno de los rasgos más asombrosos de nuestra época es que los hombres renuncian a la evidencia en favor de la teoría, una de las tentaciones más profundas del hombre de nuestro tiempo. El hombre se vuelve juzgador de los demás, pero desde una teoría que niega la libertad del hombre. No hay mayor contradicción Es un fenómeno verdaderamente extraño.

Se supone la vigencia de la ciencia, pero no se puede saber ni siquiera una parcela completa. La ciencia es creída por fe, por medio de una creencia no racional; no hay mayor dislate, pero niega la evidencia.

Toda certidumbre es vana si no tengo la certeza sobre qué va a ser de mí. Quién soy yo y qué a va ser de mí son las dos preguntas básicas. Que se excluyen mutuamente. Este es el profundo dramatismo de la vida humana. Sin embargo el hombre de hoy se encoge de hombros sobre el qué será de mí. Solo busca pequeñas certezas sobre el quién soy yo.

Tampoco se está en claro sobre qué es ser varón o qué es ser mujer. Nuestra época produce incertidumbre también en cosas que antes eran seguras; el horizonte de inseguridad se ha ampliado. También es importante la certidumbre sobre el carácter sacro de la realidad.

El hombre es forzosamente libre, aunque lo niegue. Es algo parecido a lo que ocurre con el sistema de Copérnico. Se sabe una cosa pero se actúa de manera inversa a ese saber. Hay que poner en orden la jerarquía de las necesidades y urgencias vitales. En lo que queda de siglo habrá que poner en claro el punto de convergencia de las necesidades humanas. Lo que va a ser el hombre en el futuro va a depender de lo que quiere ser. Para ello necesita una interpretación suficiente de sí mismo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario